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Podas severas: cortando por lo sano

Las podas severas que se practican a los árboles con motosierra, una imagen demasiado frecuente en nuestros pueblos y ciudades, es un asunto cada vez más controvertido, en el que confluyen costumbres muy arraigadas sobre el manejo de estas leñosas, creencias populares, falta de planificación a la hora de plantar, razones estéticas y también la más pura necesidad. ¿Son necesarias este tipo de podas? ¿Qué beneficio aportan? ¿Qué problemas causan a los árboles?  

Poda con motosierra de las grandes ramas de un árbol. Este tipo de cortes provocan gran sufrimiento y desequilibrios al ejemplar. Fotos: iStock

Lo primero que hay que aclarar es que, en principio, los árboles no necesitan ser podados. La poda es un conjunto de técnicas que realizamos para conseguir un objetivo para nosotros, ya sea estético o funcional: contener su crecimiento, evitar accidentes futuros, obtener mejores frutos, floraciones, etcétera. Sin embargo, basta visitar un arborétum o, sin ir más lejos, observar el arbolado de las ciudades donde se les deja espacio para desarrollar la copa, para comprobar que su silueta natural no solo es magnífica sino que además se ven mucho más saludables.

Consecuencias negativas para el árbol

Existe la creencia popular de que los árboles necesitan podas severas para ganar fuerza. Esto es erróneo. Una poda severa —desmochado, terciado, corte de grandes ramas— no solo no los fortalece sino que los debilita.

Existe la creencia popular de que los árboles necesitan podas severas para ganar fuerza. Esto es erróneo. El desmochado, terciado, corte de grandes ramas solo los debilita.
• Por un lado, se producen grandes heridas por las que puede sangrar (perder savia). Además, cuanto más grande es el corte más tarda en cerrarse, lo que favorece la entrada de enfermedades que pueden acarrear la desaparición del interior del tronco.

• Las grandes ramas que se lleva la poda atesoran reservas que se pierden.

• Las plantas en general precisan que haya un equilibrio entre el sistema radicular y la superficie foliar. Reduciendo mucho esta última se genera una descompensación que se traducirá en daños en las raíces.

• Una poda drástica provocará con seguridad el brote de numerosos chupones que exigirán trabajos de poda posteriores. Esa cantidad de chupones muy vigorosos y de varios metros de longitud que pueden aparecer no son sinónimo de fortaleza. Si no se hubiera podado ese plátano, por ejemplo, dispondría de una gran copa con cientos de ramas con sus yemas listas para brotar en primavera, y el crecimiento anual se distribuiría entre ese gran número de ramas. Si se deja el tronco como un muñón, todo ese vigor acumulado se concentrará en generar unas decenas de ramas en el intento de sobreponerse a esa poda tan intensa.

• El daño ocasionado por una poda severa, contrariamente a lo que se suele pensar, aumenta a medida que el árbol envejece.

Un repositorio de leña

La idea de que las podas drásticas son necesarias tal vez tenga su origen en los tiempos en que los árboles eran desmochados para obtener leña sin tener que talarlos, y así poder disponer nuevamente de ella en pocos años. Estas técnicas tenían un sentido práctico, no ornamental, y mucho menos la intención de mejorar la salud del ejemplar que las sufría. Con el paso de los años esa práctica ha permanecido en el inconsciente colectivo como idea de cómo tienen que estar formados los árboles y cómo hay que fortalecerlos.

Cómo evitar las podas drásticas

Hay, no obstante, ocasiones en las que una poda drástica está justificada. Si un ejemplar ha sido plantado en un lugar con poco espacio puede ser necesario frenar su crecimiento. Si existe riesgo de caída de ramas, se han acercado demasiado a la vivienda o pueden afectar un tendido eléctrico, habrá que cortarlas para evitar el peligro.

Para prevenir este tipo de intervenciones es importante entender y respetar desde un comienzo las necesidades de espacio, orientación, clima, humedad… del tipo de árbol. Es clave emplazarlos en el lugar apropiado, donde puedan crecer sin afectar las construcciones o el cableado, teniendo en cuenta el tamaño que desarrollarán en su etapa adulta. Una vez elegido un buen sitio, las podas de formación, si hicieran falta, deberían respetar la forma natural de la especie. Las de mantenimiento han de realizarse en el momento adecuado (normalmente en invierno); si se elimina una rama que estorba cuando tiene un año o dos la herida será mucho menor que si se esperan diez.

Existen también algunos tipos de poda ornamental que suponen una intervención agresiva para conseguir el resultado estético deseado, como ocurre por ejemplo con el olivo (lee Cómo cuidar un olivo).

Agradecemos a Raúl González Ibarra, jardinero, horticultor y periodista, su colaboración en este artículo.

Más información:

La poda de árboles, Verde es Vida nº50, página 48 (ver en la web)

  • Desmochado
    Desmochado

    Un árbol (Salix fragilis) desmochado, es decir, despojado de toda la copa. La finalidad originaria de esta poda era conseguir leña sin talarlo.

  • Una copa natural
    Una copa natural

    La armónica copa natural de un plátano de sombra, un árbol especialmente castigado por las podas severas.

  • Pasta cicatrizante para las heridas de poda
    Pasta cicatrizante para las heridas de poda

    En las heridas que produce la poda de árboles y arbustos en ramas de más de 3-4 centímetros de diámetro conviene aplicar una pasta cicatrizante para sellar el corte y evitar que penetren microorganismos perniciosos que podrían enfermar al ejemplar. Impide además la desecación del borde de la herida. Se puede usar también en daños causados por el viento, las heladas, el granizo, etc.

Reportaje completo nº 83 >> página 54