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Un bonsái en casa

Son muchas las personas que han hecho un espacio en su casa a estos delicados árboles miniaturizados mediante técnicas de origen oriental. Cultivar un bonsái requiere una gran paciencia. Mantener uno ya creado supone aprender a observarlo atentamente para interpretar sus necesidades. De ello dependerá que vivan muchos años. En Japón existen ejemplares varias veces centenarios. 

En Japón, el bonsái se ve como un elemento de la naturaleza convertido en obra de arte por la mano del hombre, miniaturizado para que su ser se entienda y se aprecie mejor. Abajo, un bonsái de Picea abies. Copyright: Rodrigo Sousa

Aunque hay varias teorías acerca de los orígenes de los bonsáis parece bastante probable que este conjunto de técnicas especializadas surgiera en China. Alrededor del siglo X llegaron a Japón, donde alcanzaron su máximo esplendor entre los siglos XVII y XIX. En Europa empezaron a conocerse gracias a las grandes exposiciones universales del siglo XIX.

Resulta difícil para la mentalidad occidental entender la gran importancia de este fenómeno, que en Japón encierra toda una forma de sabiduría. Si aquí se ve al bonsái como una especie de árbol enano, algo casi artificial, allí es un elemento de la naturaleza convertido en obra de arte por la mano del hombre, miniaturizado para que su ser se entienda y se aprecie mejor.

Este año, la Planta del Mes de marzo es el bonsái. Son muchas las especies susceptibles de convertirse en uno de ellos, desde las coníferas y arces a los cítricos y plantas de flor como las azaleas.
Las especies que pueden ser bonsáis

Para que una especie pueda ser utilizada para un bonsái tienen que cumplirse una serie de condiciones mínimas. Las que presentan un sistema radicular pivotante y/o muy expansivo dificultan bastante el proceso, ya que requerirán una poda de raíces constante.

Las más aptas suelen tener las hojas más bien pequeñas, porque estas se reducen de tamaño mediante la poda, pero solo hasta cierto punto. Las flores y los frutos no son tan sencillos de reducir, así que hay que ceñirse a las especies que los tienen pequeños o, al menos, proporcionados al tamaño de las hojas. Así es posible lograr el aspecto equilibrado que caracteriza a un buen bonsái.

Casi todas las especies vegetales que se utilizan para este fin son árboles y arbustos de exterior, aunque también se usan algunas de origen tropical que en España se cultivan como plantas de interior. Por ejemplo, varias especies del género Ficus, especialmente el Ficus benjamina, y también algunas palmeras pequeñas como el palmito (Chamaerops humilis).

Todos los cítricos (naranjos, limoneros, mandarinos...), ya sea en sus formas ornamentales, silvestres o agrícolas, son muy adecuados para cultivar como bonsáis; durante el invierno, en las regiones frías, se protegen los tiestos con paja o algún elemento aislante. Las especies de la zona ya están adaptadas a su clima. Entre los bonsáis de la colección del Real Jardín Botánico de Madrid, donados por el expresidente del Gobierno Felipe González hay numerosas especies típicas de la Península.

En exterior, los árboles que más frecuentemente se han utilizado para bonsáis son los pinos de cinco hojas (Pinus parviflora), los arces japoneses (Acer palmatum), el olmo japonés (Zelkova serrata), el haya (Fagus sylvatica), la encina (Quercus ilex) o el tejo (Taxus baccata). Los frutales, sobre todo las rosáceas, ya se empleen como árbol o como arbusto, tienen un lugar de honor entre las plantas más utilizadas para este fin por la belleza de sus troncos, su espectacular floración y su otoño lleno de color, así como la facilidad con que se adaptan a este delicado cultivo.

Entre los arbustos, los juníperos (Juniperus sp.), el cotoneaster (Cotoneaster horizontalis) y el boj (Buxux sempervirens) son los más típicos.

El punto de partida: esqueje o semilla

El ejemplar concreto del que se parte puede tener distintos orígenes: el procedimiento más normal para árboles es un esqueje o acodo de una rama que ya tenga una forma interesante. Con los frutales, ya sean cítricos o rosáceas, da muy buenos resultados empezar, en cambio, con la semilla. Con los arbustos, la manera más rápida y segura es adquirir en un centro de jardinería ejemplares que tengan alguna característica que guste estéticamente y trabajar a partir de ellos.

Crear un bonsái es un proceso muy largo que supone sacar una planta de su medio natural y privarla de ciertos elementos. A cambio hay que otorgarle el privilegio de un cuidado constante. Cultivar un bonsái requiere una gran paciencia; mantener uno ya creado supone aprender a observar atentamente la planta e interpretar las señales que revelan sus carencias y necesidades. A menudo la creación y el mantenimiento se solapan durante un periodo de muchos años.

Cómo hay que cuidarlos

Los cuidados que precisa un bonsái son normalmente los mismos que requiere cualquier otra planta, pero más acentuados debido a su situación, sin olvidar las necesidades particulares de cada especie. Los más importantes son:

• Una buena ubicación. Normalmente y a menos que se trate de especies tropicales, los bonsáis deben estar en el exterior. Nunca hay que apoyarlos directamente sobre la tierra para evitar que enraícen fuera de la maceta. Su exposición ideal será soleada o semisoleada, según la especie, la época del año y la zona climática. Les gustan los lugares bien aireados pero protegidos de fuertes vientos y lluvias torrenciales; y aunque se trate de especies resistentes al frío, requieren cierta protección de las heladas muy fuertes, ya que sus raíces están hasta cierto punto desprotegidas.

• Soporte. La maceta, bandeja o cualquier otro tipo de contenedor dependen del momento en que se halle el bonsái dentro del proceso de creación. Una vez alcanzado el tamaño definitivo, la estética y el equilibrio visual entre el árbol y su contenedor decidirán el recipiente.

• Sustrato. Lo más importante del sustrato es que asegure un drenaje perfecto. Normalmente se utilizan sustratos muy pobres dado que el abonado proporciona todo el alimento necesario. Aunque se comercializan sustratos universales para bonsáis, lo más frecuente es que sea elaborado por el propio aficionado, mezclando akadama (arcilla granulada), tierra vegetal (de brezo o castaño) y gravilla fina (de acuario) o lava volcánica. Se debe poner una capa de gravilla o lava en la base y luego colocar capas de sustrato mezclado en distintas proporciones, de modo que las partes de granulometría más gruesa queden debajo y las más finas arriba para que la humedad se mantenga de un modo uniforme.

• Riego. Es sin duda el cuidado más indispensable. Se deben regar en toda época, siempre que la tierra esté seca y respetando las necesidades de cada especie. Se hace de un modo suave y cuidadoso para no levantar el sustrato, dejando empapar toda la bandeja hasta que el agua salga por los agujeros de drenaje. Es fundamental que la base de la bandeja no esté encharcada jamás. Si es necesario aumentar la humedad ambiental se puede poner debajo un plato con agua, aunque tomando precauciones para evitar que las raíces entren en contacto. La calidad del agua también es importante: es aconsejable dejar evaporar el cloro antes de regar; si se trata de agua muy caliza se pueden añadir además un par de gotas de vinagre por litro.

• Abonado. El abonado de un bonsái es muy delicado y al principio es mejor dejarse asesorar por los profesionales de los centros de jardinería. Salvo en casos excepcionales se abona durante dos épocas al año: en otoño, desde que acaba el calor fuerte hasta que empieza a helar, y en primavera, después de la primera brotación; en estos momentos se debe abonar cada dos semanas aproximadamente. El abono adecuado para bonsáis suele ser pobre en nitrógeno; en general los abonos orgánicos son más completos que los químicos y permiten la actividad microbiana, muy beneficiosa para la planta. Los sólidos son más seguros que los líquidos, ya que es mucho más difícil excederse de la dosis necesaria.


 Información relacionada:

• Iniciación al bonsái, ¿cómo debes cuidarlo?, Verde es Vida nº62, página 48 (ver en la web)

  • El trasplante de un bonsái
    El trasplante de un bonsái

    Regularmente, también habrá que trasplantar el bonsái, operación en que que se podan las raíces más gruesas, dejando solo las finas, que son las que mantienen la capacidad de absorber agua y nutrientes. Lo mejor es ver cada caso aisladamente pero en general se puede establecer una pauta: en ejemplares jóvenes en formación será necesario trasplantar cada uno o dos años; luego se van espaciando hasta llegar, en individuos ya formados, aproximadamente a los cuatro años. En general las caducifolias precisan trasplantes más frecuentes que las perennifolias y especialmente las coníferas.

    Una pista: se vuelve necesario trasplantar cuando el agua se encharca en la superficie y tarda en ser absorbida, o cuando se detecta algún problema en las raíces. La época ideal es justo antes de la brotación, cuando las yemas han engordado. Sin embargo, tanto el trasplante, como la poda, el pinzado, el defoliado y el alambrado exigen la pericia de profesionales. A menudo la afición a los bonsáis empieza con un regalo o por curiosidad. Aprender a observarlo puede enseñar muchas cosas, pero mientras esto ocurre lo mejor será recurrir a manos expertas que dirijan esos cuidados.

Reportaje completo nº 51 >> página 38