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Un cerezo productivo para el huerto o el jardín

El cerezo de monte, dulce o silvestre que cada verano nos deleita con sus frutos se da bien en las zonas de clima templado de España, tanto en plantaciones cultivadas como de forma espontánea en el campo. Además, al igual que sus parientes ornamentales, el Prunus avium sorprende cada primavera con una espectacular floración, y antes de caer en el letargo invernal, con una otoñada impresionista, en la que sus hojas pasan del verde al amarillo, al ocre, al rojo, al marrón…

Las tonalidades de las cerezas abarcan desde el coral al rojo oscuro casi negro, según la variedad. Es una fruta rica en fibra, potasio, vitaminas C y B y provitamina A. Compuesta en un 85% por agua, es muy baja en calorías. Foto: Susan Smith

Texto_ Tomás Domingo, periodista

Cada año, cuando va a empezar la primavera, los cerezos florecen cubriendo de delicados tonos de rosa paisajes rurales y urbanos, como un manto de nieve fragante y sonrosado. El espectáculo dura apenas dos semanas. Los ritos con que el efímero pico de la floración del cerezo se celebra en cada cultura conmemoran la fugacidad de la vida.

Los cerezos pertenecen al género Prunus, al igual que otros frutales como los ciruelos, albaricoqueros, melocotoneros y almendros. La especie Prunus avium es la que produce las tan apreciadas cerezas. Se cree que proviene de las regiones entre el mar Negro y el mar Caspio, al noroeste de Turquía, desde donde se expandió impulsada por la civilización romana. En España se cultivan unas 27.500 hectáreas de cerezo productivo, principalmente en el Valle del Jerte, Cáceres, y la cuenca del Ebro, en las provincias de Zaragoza y Lleida.

Las variedades de cerezos autofértiles, es decir, capaces de polinizarse a sí mismos, son las más idóneas para cultivar en un jardín o un huerto familiar, ya que un solo árbol basta para obtener fruta.
Se trata de un árbol muy longevo, de copa redondeada y corteza rojiza, que proporciona además una preciada madera. Sus hojas son simples, ovaladas, de contorno aserrado. Emite flores hermafroditas de color rosa muy pálido. Su fruto, la cereza, es menudo, esférico, de piel tersa y brillante y pulpa jugosa. Las tonalidades de las cerezas abarcan desde el coral al rojo oscuro casi negro, según la variedad. Es una fruta rica en fibra, potasio, vitaminas C y B y provitamina A. Compuesta en un 85% por agua, es muy baja en calorías.

Cerezos para un huerto familiar

Las variedades de cerezos autofértiles, es decir, capaces de polinizarse a sí mismos, son las más idóneas para cultivar en un jardín o un huerto familiar, ya que un solo árbol basta para obtener fruta. Una de estas variedades es la ‘Lapins’*, la más cultivada en España, fácil de manejar, muy productiva y de cosecha tardía (primera quincena de junio); alcanza 4,5-6 m de altura y 3-4,5 m de ancho de copa.

Entre las variedades que producen las apreciadas picotas, cerezas que se cosechan sin pedúnculo, es autofértil la ‘Santina’, de recolección temprana (segunda quincena de mayo). Si se escoge una variedad de cerezo no autofértil será preciso plantar también un polinizador compatible. Entre ellas figuran ‘Burlat’, un árbol de 4 m de altura y copa abierta de unos 4 m de diámetro, y producción temprana; ‘Nimba’, cuya cosecha es todavía más precoz —se adelanta a ‘Burlat’ unos cinco días— y se caracteriza por sus frutos grandes (calibre 28-33 mm) y por requerir menos horas de frío (≤ 600); entre las picotas, ‘Ambrunés’, de producción muy tardía (mediados de junio-comienzos de julio).

Para cultivar en una maceta o en espacios muy pequeños se puede recurrir a los cerezos injertados en patrones enanizantes, como los de la serie Gisela, que dan pie a ejemplares que no superan los 2,5 m de altura.

El clima, el suelo y la exposición ideales

Para asegurar una buena cosecha, el cerezo necesita estar sometido durante el invierno, su época de reposo, a una determinada cantidad de horas a temperaturas bajas. Pasar un número mínimo de horas por debajo de 7º (entre 700-1.400 horas de frío, según la variedad) es requisito esencial para garantizar la floración una vez el reposo se rompe. Por eso en las zonas con menos de 600 horas de frío es muy difícil la producción de cerezas. A partir del momento en que aparecen las flores, cualquier cambio brusco de temperatura o la vuelta repentina de las heladas (tardías) pueden comprometer la cosecha, que es más exitosa en las primaveras templadas y poco lluviosas. En climas como el del centro de la Península es preciso proteger el tronco los primeros años, sobre todo si recibe el sol de la tarde, ya que la diferencia de temperaturas provoca que la corteza se raje y muchas veces compromete el desarrollo del pie.

El cerezo prefiere los secanos frescos de suelos francos con buen drenaje, ligeramente calizos, ricos y profundos. Gusta de la exposición solar, con luz indirecta o filtrada en los primeros años, y buena aireación.


Los cuidados necesarios

• Riego: En el momento de la plantación, entre enero y febrero, se le deben aportar 25 l de agua, y si no llueve en 15 o 20 días, 25 l más. Los árboles maduros no requieren riego en invierno, pero a mediados de febrero, si el suelo está seco, habrá que empezar a regar. Durante la primavera, si el terreno está seco y no llueve, será necesario proporcionarle dos riegos semanales de 40-50 l cada uno para asegurar una buena floración y formación del fruto. Después de la recolección se puede bajar la cantidad a 10 l diarios o 25-30 l dos veces por semana. Si durante los periodos de más calor se aprecia un debilitamiento del árbol habrá que aumentar la dosis.

El riego por goteo es el más homogéneo y eficiente. A medida que el árbol crece conviene aumentar la distancia entre goteros para conseguir un buen desarrollo de las raíces.

• Abono: Lo más sencillo es proporcionarle en primavera un abono complejo rico en nitrógeno y potasio (15-5-20). Solamente se aplica una vez al año, aunque hay que asegurarse de que el cerezo tenga agua suficiente para que pueda disponer de esos nutrientes. En las zonas con suelo ácido será preciso aportar enmiendas cálcico magnésicas para mejorar la absorción de nutrientes. También es aconsejable la aportación de materia orgánica, sobre todo en suelos pobres.

• Poda: Se recomienda airear el árbol, es decir, eliminar las ramas interiores para mejorar la ventilación y la iluminación dentro de la copa. Con ello disminuye también la incidencia de plagas y enfermedades y la desecación de los ramilletes de mayo, ramitas de 3-5 cm de madera vieja, en las que se agrupan las yemas donde fructificará la siguiente primavera. Se debe hacer después de la recolección o, a más tardar, a comienzos del otoño. También se han de eliminar las ramas que presenten un aspecto debilitado a causa de la acción de las plagas, enfermedades o algún tipo de estrés; sus síntomas son: hojas marchitas, órganos fructíferos secos o presencia de resina, entre otros. Es más fácil detectar estas ramas durante el periodo vegetativo (primavera-verano), buen momento también para podar los chupones. Es importante desinfectar las herramientas antes de podar cada árbol para evitar el contagio de la bacteria Pseudomonas syringae, que causa gomosis o exudación de resina.


Cosechar en el momento preciso

La lluvia es el gran enemigo de las cosechas una vez el fruto empieza a cuajar: si las precipitaciones son intensas mientras las cerezas maduran, acaban colmándose de agua, lo que provoca que la piel se estire y se raje. El carácter no climatérico es otro aspecto que remite a la delicada exigencia de las cerezas: su recolección ha de ser puntual y precisa, justo en el momento oportuno, pues son el único fruto de hueso que no madura fuera del árbol y jamás llegará a su punto óptimo si se cosecha antes de tiempo.


Agradecemos a Miguel Llorente y Sandra Rodríguez, técnicos de la Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte, y a la Asociación de Turismo del Valle del Jerte, la información aportada para este artículo.

Reportaje completo nº 103 >> página 54