A ti dedicada: plantas, amor y compromiso
Florinda, Muriel, Lucile, Ellen, Hortense… nombres de mujer que han pasado al mundo botánico por amor y compromiso. En muchos casos por ser esposas, hijas o madres de grandes cazadores de plantas. En otros, por ser esposas o incluso amantes de grandes personajes...
Los obtentores británicos David Austin bautizaron ‘Lady Emma Hamilton’ a esta rosa en homenaje al almirante Horatio Nelson a través de su bella amante (en el retrato). Copyright: Jens RohdeSi regalar una flor es un detalle, imagínense dedicar el nombre de una especie vegetal o de un cultivar. Abundan los motivos, por ejemplo conmemorar hechos históricos o rendir homenaje a un personaje público, pero en muchos casos se trata de reconocer a una persona anónima que dejó de serlo a partir del bautismo con su nombre de una nueva planta. Cómo no, las esposas de los botánicos se llevan la palma.
Hizo lo propio el explorador E. H. Wilson, que bautizó al bambú chino Fargesia murielae con el nombre de su enérgica hija Muriel, flexible y siempre en movimiento como los tallos, y la fragante Rosa helenae por su mujer, Ellen, decidida y vital, como la planta capaz de trepar hasta ocho metros.
Sin embargo, para el gran botánico suizo Pierre Edmond Boissier la dedicatoria fue trágica y a título póstumo: la Omphalodes luciliae lleva el nombre de su esposa, Lucile, cuyo trabajo a pie de campo desde el rastreo al cultivo y la clasificación fue clave para el éxito profesional de su marido. Murió muy joven, durante una expedición por España. Antes, su esposo le había dedicado la Chionodoxa luciliae, una vez más por las similitudes: planta de modestas flores blancas, pero muy resistente a las inclemencias de la vida en las cumbres de Anatolia.
¿De qué Hortense se trata?
Pero para dedicar, ni siquiera hace falta que la mujer sea la del naturalista: basta con la amistad, como demostró el botánico Philibert Commerson al introducir en Europa la hortensia (Hydrangea sp., ver). El nombre procede de Hortense Lepaute y rinde tributo al talento de la mujer científica. Hortense rompió los rígidos moldes académicos y sociales del XVIII con sus estudios sobre la predicción de eclipses, y el regreso del cometa Halley y sus cambios de trayectoria por efecto de la gravedad.
Sin embargo, tras la historia oficial circula una leyenda menos creíble pero también tributaria del coraje: el nombre de la nueva planta lo habría puesto el mismísimo rey Luis XIV en honor al anónimo grumete de una expedición botánica. Tras ser secuestrado por indígenas de Brasil y rescatado, se descubrió que en realidad se trataba de una mujer, Hortense, enrolada y disfrazada de grumete con el solo objetivo de huir para conocer nuevo mundo.
De ladies y madres
Dar el nombre de una dama a una flor es también una elegante manera de homenajear al esposo, como es el caso del rosal de Banks, que los ingleses llaman lady en honor a la esposa de lord Joseph Banks, insigne naturalista. O incluso al amante: ‘Lady Emma Hamilton’ es el nombre que ostenta una rosa creada por David Austin para rendir tributo al almirante Nelson en el bicentenario de la batalla de Trafalgar (conmemoración inglesa, se entiende).
Mi madre también tiene derecho, pensaría el botánico Gustav Schwantes, al bautizar a todo un género Dorotheantus. Un nombre bien puesto, decía el científico, por su significado etimológico: Dorotea es regalo de Dios.
Políticos y aristócratas
Pero no solo de amor vive el nombre de la rosa. Algunos obtentores rinden homenaje a personajes destacados, como la rosa ‘President Tarradellas’ de la casa Dot. Al estilo inglés, Dot también ha bautizado híbridos con nombres de aristocráticas amantes de las plantas como la Duquesa de Peñaranda. O la Marquesa de Urquijo en el caso de los roseristas Camprubí.