Frescor de helechos en los jardines
Reinan en la semisombra y la sombra de los jardines evocando el frescor de los ambientes húmedos y una placentera serenidad. Siempre hay un lugar para el verdor de las frondas de los helechos, con sus inigualables texturas, formas y tonalidades. En España propicia su cultivo el clima atlántico, pero en zonas más secas también se puede contar con ellos si se protegen del sol.
Las grandes frondas del helecho arbóreo Dicksonia antarctica dominan en estas dos imágenes de jardines en Oiartzun, Guipúzcoa, diseñados por Lur Paisajistak. En la foto de la derecha, el jardín de hortensias azules de Lur Garden. Fotos: Lur PaisajistakLos helechos reafirman que no son imprescindibles las flores para desempeñar un papel estelar en los jardines. Como plantas de sombra y semisombra no tienen rival. Además, con innumerables opciones: desde los gigantescos helechos arbóreos Dicksonia antarctica* y Cyathea cooperi* a los minúsculos culantrillos (Adiantum) y el luminoso Blechnum spicant* (ahora llamado Struthiopteris spicant), que puede levantar del suelo apenas diez centímetros. Y entre todos ellos una multitud de especies y cultivares de frondas planas y rígidas, o blandas e intensamente texturadas, en una gama tonal de verdes que se declinan desde los más oscuros a los más luminosos, a veces con matices glaucos, amarillos, incluso rojizos, o reflejos metálicos.
En otro jardín diseñado por este estudio, en este caso en una urbanización del oeste de Madrid, es la sombra de una pared muy alta la que protege la plantación de sombra, donde destaca otro helecho sumamente apreciado: el Polystichum setiferum*. Al ser perennifolio mantiene sus largas frondas plumosas todo el año, aquí en una bordura que comparte con boina de vasco (Farfugium japonicum), Salix purpurea ‘Nana’ y plantas de flores blancas como el madroño, la Choisya ternata*, tan olorosas, y una vivaz como el Centranthus ruber ‘Albus’.
En el norte atlántico
Su experiencia con los helechos ha dado un paso más en unos jardines de reciente creación en un pueblo de Ourense. “Ocupan patios abiertos por un lado entre los distintos edificios, donde disponen de humedad y protección”, cuenta Miguel Urquijo. En parterres de tierra ácida y mantillo de hojas, la Cyathea cooperi está llamada a cumplir un papel principal, arropada por un variado elenco de helechos: Cyrtomium fortunei*, Struthiopteris spicant, Dryopteris affinis*, Asplenium scolopendrium, Woodwardia radicans*...
Los helechos arbóreos son también grandes protagonistas en Lur Garden, el gran jardín creado por Íñigo Segurola en Oiartzun, Guipúzcoa. En él, los grandes parasoles de la Dicksonia antarctica compiten en espectacularidad con los de la Cyathea cooperi, entre masas de hortensias azules. “La dicksonia tarda en establecerse, pero aquí está creciendo entre cinco y seis centímetros al año”, revela el paisajista. “La cyathea, en cambio, desarrolla hojas inmensas en poco tiempo. La cooperi es la especie que mejor aguanta el frío, pero la yema central es muy sensible y hay que abrigarla”. Íñigo acolcha los helechos arbóreos con hojarasca, “que fomenta los microorganismos beneficiosos”. El resultado ha sido inmejorable: consiguió que las dicksonias duplicaran el tamaño de las frondas.
Pero, además, los helechos cuentan en Lur Garden con un espacio propio, el Jardín Jurásico, donde reluce el verde fosforescente de la Matteuccia struthiopteris*. “Este helecho tiene un momento muy bonito en marzo, cuando las frondas nuevas emergen formando espirales perfectas”, describe. “Es todo armonía y verticalidad, elegancia. Cada año coge más altura. Además, tiene otra ventaja: es alelopático, por lo tanto no hay que escardarlo”.
Con el verde vivo de la matteuccia contrastan los tonos oscuros y brillantes del follaje del Polystichum polyblepharum*. Mantiene las hojas todo el año, pero tiene un momento de especial atractivo en primavera, cuando emergen los brotes nuevos envueltos en el vello dorado de sus escamas.
Junto a los helechos de este jardín crece otra planta primitiva: el Equisetum hyemale, de altos tallos de casi dos metros de altura. También se ven hostas, masas de gramínea Ophiopogon japonicus, y densas matas de Libertia ixioides, una vivaz de largas hojas estrechas que entre mayo y junio emite erguidos racimos de florecillas blancas.
Sombra, suelos ricos y poco abono
Escoger especies bien adaptadas a las condiciones del lugar es clave para evitar frustraciones. Es el caso de helechos nativos como el Woodwardia radicans*, habitual en las vaguadas de las pendientes y arroyos de la cornisa Cantábrica y los bosques canarios de laurisilva, o el Polystichum setiferum, que crece espontáneamente en lugares frescos y umbrosos de gran parte de la Península y Mallorca.
La época ideal para plantar helechos es a comienzos del otoño, de forma que puedan aprovechar las lluvias estacionales para establecerse. Además de las exigidas sombra o semisombra, la mayoría prefieren los sitios frescos y húmedos. Pero así como algunos pueden vivir en suelos muy mojados, otros necesitan un excelente drenaje. Algunos soportan periodos cortos de sequedad ambiental (Cyrtomium y Dryopteris, por ejemplo), aunque las frondas suelen secarse en los bordes y amarillear.
Los sustratos ricos, muy orgánicos y con cierto grado de acidez suelen ser sus predilectos, pero los hay que aceptan los calizos. Al final del invierno conviene aportarles humus o compost de origen vegetal. “Se nutren con muy poco, el exceso los perjudica”, afirma Íñigo Segurola. “Según mi experiencia, el estiércol y los abonos de origen animal, los queman”.
* Cuenta con el Garden Merit Award de la Royal Horticultural Society por sus buenas cualidades jardineras.
Más información:
• Helechos: todo un mundo para descubrir