Cómo combatir la procesionaria del pino
La llamada procesionaria del pino, esa oruga tan temida y peligrosa por sus pelos urticantes, que forma largas filas de ejemplares, procesiones, entre noviembre y marzo, ha pasado de ser una plaga forestal a quedarse en las coníferas de nuestros jardines. Conocer su comportamiento y fases de desarrollo es clave para poder enfrentarse a ella y mantenerla a raya.
Entre noviembre-diciembre y marzo, las orugas de la procesionaria bajan de los árboles para enterrarse, formando largas filas. Foto: ShutterstockCon los largos veranos e inviernos suaves de los últimos años podría decirse que la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), el cuc del pi de Cataluña y Baleares, está afectando a casi todos los pinares de la península Ibérica, de donde ha pasado a los jardines. Ataca principalmente a los pinos —Pinus nigra, entre los autóctonos, y P. canariensis y P. radiata, entre los exóticos, son las especies más sensibles—, pero también suele ser habitual verla en los cedros, una conífera muy presente en nuestros jardines, e incluso de manera esporádica en algún abeto.
La mariposa de la procesionaria pone los huevos en verano (julio-agosto) en las acículas, el follaje característico de los pinos. Al cabo de 30-40 días, los huevos eclosionan y aparecen las orugas que, a medida que avanzan los meses, aumentan de tamaño mientras devoran las acículas. Construyen bolsones blancos de aspecto sedoso, donde se refugian. Estos nidos aparecen en otoño con la llegada de los fríos y coinciden con el estadio de desarrollo en que son más voraces, lo que se traduce en defoliación de las ramas y la aparición de puntas secas. No obstante, a pesar de esta voracidad, la procesionaria no suele matar los árboles, aunque visualmente sea muy llamativo el daño.
Completado el desarrollo larvario, a partir de noviembre-diciembre y hasta marzo, según el clima, se pueden ver las características procesiones de orugas, que buscan enterrarse en el suelo. Es el momento en que la plaga resulta más peligrosa para las personas y animales, ya que los pelos que las recubren resultan muy urticantes por la presencia de la toxina thaumatopina. Ejercen su efecto tóxico por contacto, pero también por vía aérea ya que al desprenderse y flotar pueden causar irritación de los oídos, nariz y garganta. Las consecuencias son intensas reacciones alérgicas, incluso letales sobre todo en los perros en caso de ingestión. Por lo consiguiente, desde finales del otoño en las zonas de clima cálido a los inicios de la primavera en las de clima frío es básico extremar las precauciones y evitar pasear por las zonas donde esté presente la plaga. Al enterrarse en el suelo, las orugas se convierten en crisálidas, de las que saldrán en verano convertidas en mariposas, que reiniciarán el ciclo.
Métodos de control y lucha
Al desarrollar la procesionaria un ciclo tan variable según la meteorología, la forma de actuación debe tener en cuenta el estadio concreto en que se encuentre. Uno de los momentos clave para combatirla es el otoño (octubre-noviembre), cuando acaban de eclosionar los huevos y las orugas son muy pequeñas y más vulnerables a los insecticidas.
• Endoterapia: De unos años a esta parte se han desarrollado numerosos métodos de endoterapia vegetal, que consisten en aplicar inyecciones en los árboles. Su eficacia es altísima. Estas inyecciones, que se clavan en los troncos mediante un pequeño taladro, son cargadas con insecticidas sistémicos que de ese modo se distribuyen por todo el sistema vascular del árbol, lo que produce la muerte de las orugas al alimentarse de las acículas. Se trata de un método tan efectivo como limpio, ya que evita la dispersión del fitosanitario en el ambiente y por lo tanto no afecta a los insectos útiles (abejas, mariquitas, mariposas…) ni a las personas y animales, y no contamina los suelos ni el agua. Los tratamientos por endoterapia deben ser aplicados por profesionales.
• Pulverización con insecticidas: Entre octubre y noviembre, preferiblemente, aunque también en diciembre, se pueden efectuar pulverizaciones sobre las orugas con insecticidas biológicos. El Bacillus thuringiensis ‘Kurstaki’, que actúa por ingestión, podría considerarse el tratamiento más ecológico, puesto que afecta a las orugas pero es inocuo para las personas y la fauna terrestre y acuática. No deja residuos y no es perjudicial para el medio ambiente. También se pueden efectuar aplicaciones con insecticidas sintéticos basados en piretroides.
• Trampa de feromonas: Consisten en bolsas con feromonas que se cuelgan de las ramas de los árboles y atraen a las mariposas macho, que entran en la trampa y no pueden salir, de manera que acaban muriendo. Se impide así la fecundación de las hembras. En realidad se trata de una herramienta de control biológico, que permite realizar un muestreo o seguimiento del estadio de la plaga, por lo que no se puede considerar un método de lucha. Se cuelgan normalmente entre julio y septiembre (durante junio en climas fríos y hasta octubre en los cálidos). Se pueden reutilizar al año siguiente colocando en el interior una nueva cápsula de feromonas.
• Trampa anillo para el tronco: Este tipo de trampa se coloca alrededor del tronco para atrapar a las orugas cuando bajan en procesión. Consiste en un anillo plástico que les impide salir, provisto de un tubo y una bolsa donde caen y mueren. Es reutilizable y reciclable.
• Nidos para pájaros insectívoros: La idea es sacar partido de la actividad depredadora natural de pequeñas aves como los herrerillos y carboneros. Es un recurso más estético que efectivo a gran escala y no sirve para controlar situaciones de plaga.
• Métodos manuales: Disparos con escopetas a los nidos, pulverizaciones con agua a presión, pegamento de desecación lenta en el tronco… y también retirar los bolsones, el método más efectivo y ecológico entre los manuales. Los bolsones se deben quemar para no trasladar el problema a otro sitio.
Este artículo ha sido redactado por Agustín Bravo, jardinero proyectista, y revisado por Josep M. Riba, biólogo asesor, experto en Fitopatología Ornamental y Forestal.