Cómo influye el cambio climático en las plagas
Desde hace unos años, el equilibrio que aseguraba la buena salud de los jardines y huertos se rompe de una forma más frecuente y acusada a causa de una mayor presencia y virulencia de las plagas. Si la globalización y los viajes son la primera causa de su dispersión, el calentamiento global la potencia y agudiza.
El aumento de las temperaturas favorece la expansión de la Thaumetopoea pityocampa, la procesionaria del pino, hacia zonas antaño más frías. Foto: Adobe Stock¿Hay ahora más plagas? ¿Son más agresivas? En 2021, la Revisión científica sobre el impacto del cambio climático en las plagas de las plantas, publicada por la FAO, la agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, señalaba en primer lugar a las actividades humanas y la creciente globalización y en segundo lugar al cambio climático como las causas que favorecen el desplazamiento y establecimiento de las plagas.
El calentamiento global contribuye
A esto se suman los efectos del calentamiento global. “Las evidencias indican claramente que el cambio climático ya ha ampliado la gama de plantas huéspedes y la distribución geográfica de algunas plagas, y puede aumentar aún más el riesgo de introducción en nuevas zonas”, se lee en el documento de la FAO. No solo es mayor el número de plantas amenazadas sino que, además, la introducción de plagas en nuevas zonas y por lo tanto en ecosistemas completamente nuevos, puede causar daños muy graves porque esas plagas y sus huéspedes no han coevolucionado juntos.
Lo que en los ecosistemas endémicos está bajo control, en los nuevos no encuentra freno y, a menudo, se vuelve irreparable y su control, largo y costoso. Y quien dice plagas y enfermedades —hongos, bacterias y virus, entre otros microorganismos patógenos— dice también nemátodos perjudiciales, malas hierbas y plantas exóticas invasoras.
Plantas debilitadas, plagas fortalecidas
Las plantas estresadas por las nuevas condiciones climáticas —olas de calor extremo en verano, otoños e inviernos menos fríos, sequías más intensas y pertinaces, y precipitaciones destructivas— no disponen de la fortaleza suficiente para resistir el embate de las plagas y enfermedades. Al mismo tiempo, las plagas pueden verse beneficiadas. Un solo invierno inusualmente cálido puede ser suficiente para favorecer el establecimiento de plagas invasoras o una mayor presencia de las existentes, ya que el frío suele ser un factor limitante para su proliferación. “En Europa, por ejemplo, el aumento de las temperaturas en invierno ha incrementado la supervivencia larvaria y la dispersión nocturna de adultos de la polilla procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), permitiendo la expansión hacia el norte de su área de distribución”, se lee en la revisión de la FAO.
El calor seco favorece también la proliferación de la araña roja (Tetranychus urticae), con lo cual se prevé un posible aumento de los brotes de este ácaro. Los efectos del cambio climático sobre las distintas especies de plagas son complejos e incluyen efectos directos e indirectos y sus posibles interacciones. Estos efectos engloban: “Cambios en su distribución geográfica, como la expansión o la reducción de su área de distribución, o un mayor riesgo de introducción de plagas; cambios en la fenología estacional, como el momento de la actividad primaveral o la sincronización de los acontecimientos del ciclo vital de las plagas con sus plantas huéspedes y enemigos naturales, y cambios en aspectos relaciomados con la dinámica de las poblaciones, como la hibernación y la supervivencia, las tasas de crecimiento o el número de generaciones de especies policíclicas”.
Medidas de prevención y control para un jardín y un huerto libres de plagas
• Adquirir las plantas, planteles, semillas, sustratos y material de siembra en comercios de confianza, como los centros de jardinería, ya que pueden transmitir plagas y enfermedades y contener semillas de malezas.
• Proporcionar a las plantas el sustrato, riego y nutrientes adecuados para su correcto desarrollo, ni más ni menos. Una planta sana resistirá mejor las situaciones de estrés abióticas —sequía, exceso de calor y de frío, salinidad, heladas— o bióticas, como las que producen las plagas y enfermedades. La aplicación de bioestimulantes y fitofortificantes potencia la buena salud y las defensas de las plantas.
• Si las plantas del jardín no toleran las nuevas condiciones climáticas será preciso seleccionar especies y cultivares más resistentes.
• Como fitosanitarios se recomienda emplear métodos respetuosos con la fauna útil y el medioambiente, como la lucha biológica, las sustancias básicas, los pesticidas ecológicos, y solo en última instancia los de síntesis y siempre con la máxima mesura.
• Mantener el suelo libre de malas hierbas, que suelen ser servir de refugio a las plagas y además compiten por el agua, la luz y los nutrientes. Se pueden eliminar mediante solarización, cubriendo el suelo con una lámina de plástico negro, a la vez que se eliminan los patógenos.
• Realizar buenas prácticas de poda y gestión de los restos para prevenir la propagación y limitar la presencia de plagas y enfermedades.
• Rotar los cultivos en el huerto y ajustar el momento de la siembra.
• Si la plaga es recurrente es esencial aprender sobre sus hábitos, ciclo de vida, necesidades y aversiones para dificultar su implantación.
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