Fauna Ăștil: MĂĄs de 1.100 especies de abejas
No todas fabrican miel. No todas viven en colmenas, algunas nidifican en agujeros en el suelo, rocas o restos leñosos. La mayoría son solitarias y no forman enjambres. Algunas son muy grandes y otras diminutas. Pero todas son agentes polinizadores esenciales para la producción de alimentos y la sostenibilidad de los ecosistemas. Con más de 1.100 especies distintas reconocidas, la Península y los dos archipiélagos atesoran una diversidad de abejas silvestres única en el mundo.
Xylocopa violacea, de 3 cm (1). Dasypoda hirtipes, llamada abeja âde pantalonesâ (2). Andrena fulva, abeja excavadora (3). Una diminuta Micrandrena (4). La abeja albañil Osmia bicolor (5). Osmia leaiana, que transporta el polen debajo del abdomen (6).Texto_ Leire Paz Leiza, bióloga
Abejas y abejorros son insectos voladores del orden de los himenópteros, que incluye también a avispas y hormigas. La diversidad de este grupo faunístico en España es enorme: tanto en número de especies —se conocen actualmente más de 1.100— como en tamaño, morfología, comportamientos y hábitos.
Hay, por ejemplo, especies muy grandes, que pueden alcanzar hasta 3 cm de largo, como la Xylocopa violacea, y otras diminutas que rondan los 0,3 cm, como las del subgénero Micrandrena. La mayoría no construyen colmenas ni forman enjambres sino que son solitarias y tampoco producen miel.
La mayoría de las abejas no pican
¿Cómo adentrarse sin extraviarse en esta fascinante diversidad? Antes de nada, perdiéndoles el miedo: son muy pocas las especies de abejas que tienen la capacidad de picar, es decir, de clavarnos el aguijón (por cierto, solo las hembras lo tienen porque es un órgano de puesta de huevos modificado), y únicamente recurrirán a la picadura si se sienten amenazadas o si, por habernos acercado en exceso a su nido, interpretan que sus larvas o reservas de alimento están en peligro. No en vano dice el refrán “No pica la abeja a quien en su paz la deja”.
Así pues, aclarado esto, las buscaremos en las flores de nuestro huerto, jardín o balcón. En ellas también veremos otros invertebrados como mariposas, avispas (a diferencia de las abejas, no están recubiertas de pelos), escarabajos, moscas, arañas… y algunos insectos que parecen abejas, pero no lo son, como es el caso de los sírfidos, un tipo de mosca inocua cuyo aspecto imita al de los himenópteros para disuadir a los pájaros y otros depredadores, haciendo que parezcan menos apetitosos.
Las abejas suelen volar con las patas colgando y hay especies, como la abeja de la miel (Apis mellifera), que tienen el par de patas trasero dotado de unas estructuras llamadas cestos de polen, parecidos al velcro, donde comprimen y compactan los granos de polen recolectados para llevarlos a la colmena. Otras abejas muy comunes, los megaquílidos, acarrean el polen en los pelos de la parte inferior del abdomen en vez de las patas traseras.
Identificar las numerosas especies de abejas puede ser complicado hasta para los especialistas, pero simplemente observar las diferencias en coloraciones y contemplar su ajetreada tarea puede ser muy placentero.
Los abejorros, activos polinizadores
Los abejorros, agrupados dentro del género Bombus, son muy reconocibles por su tamaño, aspecto robusto y abundante pilosidad coloreada. En la península Ibérica se han descrito 38 especies; la más común de las cuales es la Bombus terrestris, representada en Canarias por la subespecie canariensis, endémica. Son más pacíficos que las abejas melíferas y forman colonias con una reina, obreras (generalmente no más de 50) y zánganos. Tienen una vida corta y solo las hembras fecundadas o reinas sobreviven al invierno. Les gustan las madrigueras abandonadas de los roedores para construir su nido y, al igual que en otras especies, los machos o zánganos proceden de huevos sin fecundar.
Cómo contribuir a la conservación de las abejas
Para favorecer la conservación de estos insectos tan esenciales en los ecosistemas se pueden llevar a cabo tres tipos de acciones: mantener su hábitat (lo más importante), proveerles alimento y facilitarles refugio.
• Intenta intervenir lo menos posible en el crecimiento de tu jardín o huerto, evitando podar en exceso o cortar la hierba en época de mayor floración, y permitiendo florecer a alguna hortaliza que se cultiva no por el fruto sino por su bulbo o su raíz, como cebollas, ajos o zanahorias.
• Reduce los químicos, ya que son uno de los mayores enemigos de las laboriosas abejas: los pesticidas (insecticidas y fungicidas) producen su muerte de manera directa y los herbicidas las perjudican indirectamente al reducir el crecimiento de plantas silvestres, erróneamente consideradas malas hierbas.
• Deja algo de suelo desnudo para aquellas especies que nidifican en él. Una maceta con tierra recogida del campo puede ser una alternativa.
• Crea un jardín de plantas silvestres para polinizadores. La variedad donde elegir es enorme: aromáticas como las lavandas, tomillos, salvias, romeros, menta y hierbabuena, manzanilla; anuales como las escabiosas, amapolas, el rábano silvestre, la valeriana, la mostaza de campo; vivaces como el hinojo y la malva, y arbustos como las jaras y la hierba de San Juan (Hypericum perforatum), entre tantos otros.
• Coloca algún plato con agua y guijarros para que puedan posarse y beber sin ahogarse.
• Dispón refugios y posibles zonas de nidificación: esto puede ir desde dejar apilados unos troncos, hasta construir cajas nido específicas como las que se describen en la sección Proyectos de esta recomendable página web: www.abejassilvestres.es.
Créditos de las fotos: AdobeStock (1); J. Mangelsdorf (2); Will George (3) y (4); Philippe (5); G. Dash (6)
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