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Claves de la nutrición vegetal: ¿para qué y cuándo se abona?

Una planta bien alimentada no es solamente más bonita sino también más fuerte para resistir los extremos climáticos y los ataques de las plagas y enfermedades. La función del abonado es aportarle los nutrientes necesarios para su buen desarrollo. No obstante, cada planta tiene exigencias concretas: algunas son grandes consumidoras y otras muy parcas. Te contamos en qué momentos necesitan alimento.

Las plantas necesitan absorber del suelo los tres macronutrientes primarios: nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), que consumen en grandes cantidades, y los secundarios calcio (Ca), magnesio (Mg) y azufre (S). Ilustración: Adobe Stock

Texto_ Gilberto Segovia, ingeniero técnico agrícola

Las necesidades de nutrientes de las plantas son muy diversas. Algunas requieren aportes importantes con relativa frecuencia, como muchos rosales, acuáticas y céspedes, y ofrecen un aspecto raquítico si no se cubren sus requerimientos. Y hay otras, como muchas plantas mediterráneas, propias de suelos pobres, a las que una abundancia de nutrientes les resulta contraproducente: crecen de manera excesiva, pierden forma y densidad, son más susceptibles a enfermar y se les acorta la vida.

Los abonados se llevan a cabo para ajustar la cantidad de nutrientes que precisa cada planta, así como su asimilabilidad, dentro de unos valores adecuados, evitando carencias y excesos
Los abonados se llevan a cabo para ajustar la cantidad de nutrientes que precisa cada planta, así como su asimilabilidad, dentro de unos valores adecuados, evitando carencias y excesos.

La disponibilidad de nutrientes está sujeta al propio consumo de la planta, pero también a pérdidas por el arrastre de las aguas por percolación o escorrentía superficial, por disipación en la atmósfera, o por la retirada de biomasa, como restos de siega, podas, hojas caídas... Se trata pues de aportarles a las plantas los nutrientes necesarios para que mantengan un nivel adecuado de nutrición y tengan un desarrollo fuerte y proporcionado, brotaciones abundantes y vigorosas, una floración de calidad, y una mayor resistencia a las plagas y enfermedades, sequía y temperaturas extremas.

¿En qué momentos hay que abonar?

En las nuevas plantaciones: Las nuevas plantaciones requieren un acondicionamiento que ajuste los nutrientes, estructura y actividad microbiana del suelo en función de las plantas que deseamos cultivar, para lo que se suelen utilizar abonados de fondo orgánicos mezclados con el terreno. En jardines se suele aplicar una capa de mantillo o compost normalmente de 1-5 cm de espesor (según sea necesario), que se entrecava con el sustrato donde se va a plantar.

Abonados de mantenimiento: A lo largo del cultivo, las plantas existentes necesitarán, o no, aportaciones de nutrientes según sus requerimientos concretos. Una pequeña agenda ayudará a establecer un plan de abonado anual, apuntar las necesidades en productos, dosis y fechas previstas de aplicación, así como a hacer un seguimiento de cada abonado y apuntarlo de cara a posibles ajustes futuros. Para averiguar el estado nutricional en las plantaciones establecidas se pueden analizar el suelo o las hojas.

La mayoría de los jardines suelen requerir tres abonados anuales:

• Al final del invierno o comienzos de la primavera se suele aportar abono orgánico, mantillo o compost en una capa de 1 cm de espesor aproximadamente.

• Al final de la primavera se puede aplicar un abonado con humus o guano en las plantas que mantengan un crecimiento y/o floración activa durante el verano, como tantas plantas de flor.

• Al final del verano o comienzos del otoño interesa preparar a las plantas para el frío que se acerca proporcionándoles un abono bajo en nitrógeno y rico en fosforo y potasio, como un compost bien maduro.


Plantas en macetas

Las plantas en macetas y jardineras no suelen requerir un abonado inicial de fondo ya que el sustrato nuevo incluye fertilizantes para las primeras semanas. Sin embargo, sí exigen un abonado de mantenimiento: al tener las raíces confinadas en unos pocos litros de tierra, suelen tener mayores necesidades que las que viven en el suelo del jardín. Incluso las especies mediterráneas que en principio no precisan abonados, en contenedor es recomendable proporcionárselos al inicio de la primavera y al final del verano.


¿De qué se alimentan las plantas?

Las plantas son capaces de producir su propio alimento gracias a la fotosíntesis. Para este y el resto de sus procesos metabólicos, todas ellas necesitan consumir —aunque en cantidades variables de acuerdo a sus requerimientos específicos— una serie de elementos esenciales. Los principales son oxígeno, carbono e hidrógeno, que obtienen del agua y del aire. Pero, además, las plantas necesitan absorber del suelo una serie de elementos químicos de gran importancia para su desarrollo saludable, floración y fructificación. La función de los abonos es precisamente aportar al suelo estos nutrientes esenciales.

Los principales son los macronutrientes primarios: nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), que consumen en grandes cantidades; los secundarios, el calcio (Ca), el magnesio (Mg) y el azufre (S), que necesitan en menor cantidad, y los micronutrientes, elementos como el hierro (Fe), el manganeso (Mn), el boro (B), el cobre (Cu), el zinc (Zn), el molibdeno (Mo) y el cloro (Cl), también valiosos aunque los demandan en dosis muy pequeñas. La función principal de los macronutrientes primarios, cuyo contenido en los abonos aparece reflejado junto a las letras NPK, es:

• Nitrógeno (N): Indispensable para el desarrollo vegetativo —estructura y crecimiento— de la planta. Su carencia frena el desarrollo de la parte aérea (ramas y follaje), pero su exceso reduce la floración y la fructificación y favorece el ataque de plagas y enfermedades.

• Fósforo (P): Contribuye al desarrollo del sistema radicular, así como a la formación de las yemas, las flores y las semillas.

• Potasio (K): Regula el equilibrio hídrico a nivel celular y favorece la resistencia a la sequía y el frío y una buena floración y fructificación.


En qué se distinguen los abonos orgánicos y químicos

La materia orgánica juega un papel fundamental en la nutrición vegetal, así como en la estructura y la textura del suelo, que de ese modo retiene mejor la humedad. Los abonos orgánicos son precisamente materia orgánica de origen vegetal y/o animal (mantillo o compost de restos vegetales, estiércol de herbívoros, guano, entre otros) en descomposición por acción de millones de microorganismos que en un proceso lento y progresivo liberan sustancias nutritivas que las plantas pueden asimilar. Estos abonos se aplican en forma de compost o líquida, en este caso diluidos en el agua de riego. A igualdad de volumen, estos abonos concentran menor cantidad de nutrientes pero son más complejos y completos que los fertilizantes químicos, sintetizados en laboratorio, que suelen estar compuestos básicamente de los macronutrientes primarios NPK. La durabilidad del efecto fertilizante de los abonos de síntesis depende del producto —desde unas semanas a varios meses, como ocurre con los granulados y bastones— y suelen hacer efecto de forma casi instantánea, en especial los líquidos y foliares.

- Los abonos líquidos son muy prácticos para macetas en interior y exterior, aunque suelen requerir aplicaciones frecuentes.

- Antes de abonar es imprescindible revisar la dosis recomendada por el fabricante y nunca excederse.

- Para aplicar abono con mayor precisión en grandes superficies se recomienda marcar un metro cuadrado y extender la dosis justa.

- Una vez aplicado, tanto si es abono orgánico o de síntesis, es necesario regar para incorporarlo al suelo.

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    Los fertilizantes en formato líquido son especialmente prácticos para abonar plantas en macetas en interior y exterior, aunque suelen requerir aplicaciones frecuentes.
    Foto: Adobe Stock

Reportaje completo nº 102 >> página 52