Descripción
De las flores blancas o rosa suave de la primavera a los frutos dorados del otoño, entre un abundante follaje verde que tarda hasta diciembre en amarillear y caer: el membrillero resulta tan bonito a lo largo del año como productivo, y bien puede formar parte del jardín en solitario o en grupos y alineaciones. Vive a gusto sobre todo en la zona centro de la Península, donde disfruta de los inviernos fríos, los veranos cálidos y la intensa luz, aunque se adapta prácticamente a todo el territorio. Nativo de Irán, Armenia, Turquía y las regiones transcaucásicas, su cultivo se remonta miles de años en el sur de Europa y la Cuenca Mediterránea. Soporta fríos de hasta -25º (zonas 6-10).
Tronco, copa y hojas
El membrillero es un arbusto o pequeño árbol de dos a ocho metros de altura que desarrolla una copa redondeada aunque irregular de unos dos o tres metros de diámetro. Las ramas surgen desde muy abajo y lucen una oscura corteza marrón grisáceo. Las hojas son ovales y acabadas en punta, de unos 6-10 centímetros, de color verde medio y con el envés más claro y aterciopelado. El follaje es caduco.
Flores
Con sus 5-7 centímetros de diámetro, las perfumadas flores del membrillero son de las más grandes entre las que producen los frutales de la familia de las Rosáceas, como los manzanos, perales, cerezos y melocotoneros. Recuerdan una rosa simple de cinco pétalos y son nectaríferas, una delicia para las abejas, que contribuyen a la polinización, y las mariposas. Los botones florales son de color rosa fuerte.
Frutos
Los membrillos alcanzan su aromática madurez a la par que su característico color amarillo a finales de septiembre, en los días de San Miguel y el veranillo del membrillo. La cosecha se lleva a cabo en octubre o noviembre, según el cultivar. Es un fruto de pepitas parecido a una manzana, solo que más grande y recubierto por una suave pelusa. Existen numerosos cultivares, la mayoría autofértiles como los tan apreciados el ‘Gigante de Vranja’ y ‘Champion’.
Cultivo y cuidados
Necesita pleno sol, espacio suficiente para desarrollarse y un suelo ligero, bien drenado, fresco y de riqueza media. Los dos primeros años se debe regar de forma regular; una vez establecido tolera la sequía. No hace falta abonarlo ni podarlo, salvo para eliminar ramas secas y chupones.
Usos
En el huerto, el jardín e incluso en grandes tiestos. Aunque sean autofértiles, se recomienda cultivar al menos dos ejemplares para favorecer la polinización cruzada, que incrementará la producción de frutos.
Foto: Mille d’Orazio