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Más biodiversidad en el jardín: una urgencia y muchos beneficios (1ª parte)

Favorecer la biodiversidad en el jardín entraña una forma diferente de entender la jardinería. Un jardín puede seguir siendo ornamental y al mismo tiempo contribuir, incluso a su pequeña escala, a la recuperación de un ecosistema en crisis y ganar a la vez sostenibilidad y equilibrio ecológico. Cuanto más biodiverso sea el jardín, cuanta mayor variedad de hábitats y plantas, las repercusiones ambientales serán más positivas y mayores los beneficios para nuestra salud física y mental.

Mercè Trias y Jordi Piera reemplazaron el césped por borduras de tapizantes y vivaces de flores pequeñas en el hotel Eden Park de Vilobí d’Onyar, Girona. La diversidad de plantas favorece la biodiversidad. Foto: Estudi de Jardineria

Texto_ Mercè Trias y Pere Fraga, autores de la Guia d’ambientalització del jardí resilient mediterrani

Un reciente informe de la ONU afirma que en los últimos 50 años, la biodiversidad ha disminuido entre un 2 y un 6% por década. ¿Puede el jardín contribuir a revertir ese proceso? Lo cierto es que sí: la crisis climática y una nueva forma de entender nuestro entorno natural están consiguiendo que cada vez más personas se interesen por crear un tipo de jardines y practicar una forma de jardinería que al menos no contribuyan a agravar esta crisis ambiental global.

Ya en las décadas de l960 y 1970 del siglo pasado, con la eclosión de los movimientos ecologistas, la jardinería, especialmente en el Reino Unido y Alemania, empezó a interesarse por la vida silvestre en los jardines. Desde entonces el interés ha seguido creciendo y gracias a la investigación científica ahora disponemos de más información para el desarrollo de una jardinería más resiliente y sostenible.

La clave: cuanta mayor diversidad de ambientes (hábitats), más comunidades ecológicas se podrán formar, fomentando así una mayor riqueza biológica.
El avance en los conocimientos también ha servido para aclarar conceptos y romper mitos. Por ejemplo, no es cierto que solo los jardines grandes sean útiles para la biodiversidad, o que un jardín deba tener un aspecto asilvestrado o desordenado para fomentar la abundancia de vida. Hoy sabemos que son beneficiosos tanto los jardines grandes como los pequeños, y de los más variados estilos. La clave: cuanta mayor diversidad de ambientes (hábitats), más comunidades ecológicas se podrán formar y con ello una mayor riqueza biológica. La diversidad es la gran aliada: un jardín monótono, con mucho césped o con poca variedad de especies vegetales, siempre será menos rico en vida que aquel con una diversidad de plantas que crezcan formando diferentes comunidades, con la consiguiente fauna asociada.


Los múltiples beneficios de la biodiversidad

Para entender y saber valorar los beneficios que aporta la biodiversidad en el jardín hay que ser conscientes de que el elemento básico son seres vivos, las plantas. Una buena variedad de especies vegetales, más aún si son autóctonas, y diferentes ambientes atraerán a más tipos de seres vivos, y un nivel adecuado de biodiversidad contribuirá a un equilibrio ecológico, que significa, entre otras cosas, más competencia entre especies y con ello una menor probabilidad de plagas y enfermedades. Si hay equilibrio ecológico es menos probable que un insecto, por ejemplo, sea tan abundante como para convertirse en una amenaza para la salud de las plantas. En los jardines menos biodiversos son mayores las posibilidades de que las patologías sean agresivas.

Las plantas que gozan de buena salud crecen mejor, menos estresadas, consumen menos recursos, son más fáciles de mantener y, en consecuencia, el jardín puede afrontar mejor las situaciones extremas de calor, frío, sequía... Por lo tanto, un jardín más biodiverso siempre será más sostenible y resiliente, es decir, con una mayor capacidad de adaptación a un estado o situación adversos y de recuperación.


La importancia de la biodiversidad del suelo

Como cualquier otro organismo vivo, las plantas necesitan relacionarse con su entorno —la ecología— tanto en el medio físico como en el biótico. El aspecto físico lo conocemos bien por las técnicas de cultivo —suelo, agua, fertilizantes, luz, temperatura, etcétera—, pero nuestros conocimientos en el aspecto biótico suelen ser más limitados y, a menudo, también con limitaciones de actuación.

Una parte importante de esas relaciones biológicas, también las más esenciales, se desarrolla en el subsuelo, lo que conocemos como la rizosfera, el medio subterráneo donde está el sistema radicular de las plantas. Un suelo vivo y bien gestionado es esencial para que estén sanas y tengan un desarrollo pleno y saludable. La ausencia de seres vivos en el suelo —en su mayor parte microorganismos— es lo que, en la mayoría de las ocasiones, causa la aparición de deficiencias, trastornos fisiológicos y patologías como plagas y enfermedades [ver Un suelo vivo (rico o pobre) para cultivar plantas saludables].


Las claves de un jardín biodiverso

En el medio natural, una planta crece donde encuentra las condiciones adecuadas para su desarrollo completo; caso contrario, muere. En el jardín a menudo forzamos el crecimiento de las plantas en unas condiciones que no son óptimas, y es cuando empiezan los problemas. Para lograr un jardín sostenible y biodiverso es importante tener en cuenta algunos aspectos clave:

• Conocer el entorno y su vegetación. La naturaleza es el mejor maestro de jardinería. Es clave tener en cuenta las especies vegetales características. Un jardín diseñado contra natura será costoso en mantenimiento, una fuente constante de problemas y con poco equilibrio ecológico. Por el contrario, aquel que se adapte al entorno, que tenga en cuenta los recursos naturales y la biodiversidad local, será más fácil de mantener y agradecido en todos los aspectos.

• Evitar elementos disruptores. Ciertos elementos son incompatibles con un jardín sostenible y biodiverso. Por ejemplo, en el ámbito mediterráneo el césped ornamental se debe evitar o reducir a la superficie mínima útil por su alto consumo de agua y fertilizantes y por no favorecer la biodiversidad. De forma similar, las especies invasoras son totalmente incompatibles con los conceptos de sostenibilidad y resiliencia, se comportan agresivamente, compiten con la biodiversidad local, pueden causar problemas de salud, y su control supone un elevado coste económico. Además, muchas de ellas modifican las características químicas del suelo y perjudican a las propias plantas del jardín.

• Diseñar el jardín de forma que haya la máxima diversidad de ambientes o hábitats. La riqueza biológica asociada a un jardín está directamente relacionada con su configuración y diseño. Para conseguir una mayor biodiversidad es importante evitar la monotonía de pocas especies y, con la propia vegetación o con materiales físicos, crear espacios diferentes —árboles, grupos de arbustivas, parterres de vivaces con flor, un estanque— de manera que cada uno dé lugar a un microclima. Esto permitirá jugar con una mayor diversidad de plantas y favorecerá la variedad de fauna asociada. Tampoco hace falta tener en nuestro jardín todos los hábitats posibles, ya que los animales pueden desplazarse y buscar alimento o refugio en otro lugar; lo relevante es pensar qué podemos ofrecerles nosotros.

• Tener en cuenta el suelo nativo. En la medida de lo posible lo ideal es conservar el suelo original del lugar donde se hace el jardín. En esa tierra está la biodiversidad que le es propia, la que está ya hecha al entorno y la que más y mejor podrá ayudar a un desarrollo adecuado de las plantas. Las aportaciones de suelo nuevo, generalmente alóctono, causan una alteración de la rizosfera, que tendrá que adaptarse a esas nuevas características, lo cual puede llevar tiempo, incluso años.

• Entender la evolución del jardín. Las plantas, como todos los seres vivos, tienen un desarrollo en el tiempo que implica cambios: en su tamaño, su forma, su aspecto… Es sustancial entender un jardín como algo dinámico, que va cambiando con el tiempo. De un jardín recién plantado a maduro pasan, como mínimo, cinco años, pero para llegar a una estabilidad de madurez pueden ser necesarios bastantes más.

El jardín joven parte de una situación de alteración, favorable para las plantas pioneras —aquellas que colonizan enseguida el suelo, por lo general herbáceas anuales—; a medida que se estabiliza se van consolidando plantas más longevas —vivaces, subarbustos, leñosas como arbustos y árboles—, que proporcionan más estructura. Idealmente, un jardín debe llegar a un punto de estabilidad; una vez conseguida, los requerimientos de mantenimiento disminuyen y aumenta su resiliencia. Lograr este objetivo está muy relacionado con el diseño, la selección de especies y su distribución (asociación).

Colocar cajas nido para los pájaros y comederos y bebederos para la fauna que se acerca al jardín, sobre todo en épocas de escasez, contribuye a su sostenimiento. 

Más información:

Los animales más útiles del jardín

• Aves insectívoras: una dieta que ayuda a equilibrar el jardín

• ¿Qué es la gestión integrada de plagas y enfermedades?

• Son insectos útiles, ¡no los mates!

 Fauna útil: Más de 1.100 especies de abejas

  • Flores planas
    Flores planas

    Las flores planas, como la rudbeckia, favorecen la actividad de los polinizadores.
    Foto: iStock

  • Pájaros insectívoros
    Pájaros insectívoros

    El petirrojo (Erithacus rubecula), como toda ave insectívora, contribuye al equilibrio biológico.
    Foto: Philippe Rouzet

  • Una gran diversidad de hábitats
    Una gran diversidad de hábitats

    En Lur Garden, Guipúzcoa, la diversidad de hábitats —rocallas, estanques, árboles, arbustos, vivaces— favorece la presencia de gran variedad de fauna.
    Foto: Locus Amoenus

  • La presencia de mariposas
    La presencia de mariposas

    La presencia en un jardín de mariposas, como las macaón de la foto es un indicador de la buena salud del ecosistema.
    Foto: Nick Ford