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verde
es
vida
EN PRIMERA PERSONA
A mediados de junio,
el
Ammi majus
emerge
como un lienzo de flores
blancas entre las que
irrumpen las pinceladas
de color de las otras
especies anuales.
Una
Iphiclides poda-
lirius
libando el néctar
de una flor de
Cosmos.
Uno de los objetivos
de estas praderas es
aumentar los recursos
alimenticios de los
insectos polinizadores.
FOTOS: MIGUEL GARCÍA Y SUE FRANCE
de Madrid, pusimos en marcha un primer
ensayo en condiciones reales en el Parque de
Felipe VI, en Valdebebas, una nueva zona fo-
restal en el norte de la capital construida so-
bre antiguas zonas de cultivo y escombreras.
Praderas de anuales y vivaces
Se trabajó con dos tipos de praderas: una
integrada por especies anuales y otra por
especies vivaces. La primera ofrece un es-
pectáculo visual en pocas semanas y funcio-
na bien sin muchos recursos, pero debe ser
resembrada periódicamente. La segunda re-
quiere mayor dedicación y, aunque no alcan-
MIGUEL RECIO
za su apogeo hasta el tercer año, una vez es-
tablecida florece durante más tiempo y dura
muchos años sin necesidad de resiembra.
Para esta prueba piloto de Valdebebas era
importante lograr una buena floración en la
primavera inmediata cuando el parque iba
a ser inaugurado. Por ello optamos por una
siembra con mezclas puras de anuales en una
parcela de mil metros cuadrados en la par-
te más alta y expuesta del parque. También
sembramos algún rincón con vivaces para
observar su germinación y desarrollo. En ese
mismo otoño, ampliamos los ensayos a dos
mil metros cuadrados y utilizamos mezclas
mejoradas en cinco parcelas con diferentes
exposiciones, sustratos y riegos. En total, tra-
bajamos con más de 100 especies distintas,
muchas de ellas consideradas como malas
hierbas en todos los manuales de agricultura.
Las condiciones de trabajo no han sido fá-
ciles ya que, además de al clima, nos enfrentá-
bamos a suelos degradados, a una importante
población de conejos y mascotas sueltas que
machacan las siembras, y a algún que otro
vecino entusiasta recolectando flores sin mo-
deración. A pesar de ello, y gracias a la impli-
cación de la dirección y de los gestores del par-
que, los logros están siendo esperanzadores.
Con las mezclas de anuales hemos con-
seguido una secuencia de floración de entre
dos y cuatro meses según exposición y riego.
Las praderas de vivaces, por su parte, han
mostrado una buena germinación y supervi-
vencia para varias mezclas, aunque aún que-
da un tiempo para poder valorar su compor-
tamiento a largo plazo. Durante esta fase de
implantación ha sido crucial tener un control
adecuado de plantas no deseadas para evitar
que las especies sembradas sean eliminadas
por ellas. Y es que aunque algunas se inte-
gran bien en las praderas, en general com-
piten ferozmente por los recursos y dan a la
pradera un aspecto descuidado.
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