Granados en el jardÃn
Y del huerto, donde se cultiva desde hace miles de años por sus dulces frutos de gran riqueza nutricional y medicinal. Pero, además, el granado es un frutal muy ornamental, con una radiante floración roja y una otoñada llena de matices dorados. A su perfecta adaptación a las condiciones de calor y sequía propias del clima mediterráneo suma su versatilidad: gran arbusto, arbolito, incluso seto.
Las granadas alcanzan su madurez entre septiembre y noviembre. Arriba, un granado cargado de frutos en el jardÃn de Dehesa El Milagro, en Toledo, diseñado por Belén Moreu y Clara Muñoz-Rojas. Fotos: Adobe Stock; Locus AmoenusTexto_ Gilberto Segovia, ingeniero técnico agrícola
El granado es un gran arbusto de dos a cinco metros de altura al que se le suele dar forma de árbol. Se cultiva desde hace milenios por sus deliciosos frutos y su poder medicinal, pero también por su gran belleza: corteza tortuosa, brotes cobrizos a comienzos de la primavera, flores rojo anaranjado, asalmonadas o incluso blanquecinas hasta agosto, un follaje verde fresco y lustroso en verano, que virará en el otoño a un luminoso amarillo dorado, y contrastantes y deliciosas granadas pintonas, rojas o casi negras.
Tolerancias y preferencias
El granado es una planta típica mediterránea, cuyo factor limitante suelen ser las bajas temperaturas. La especie tipo soporta hasta -9°, pero la resistencia al frío depende mucho del cultivar. Se adapta a un amplio rango de suelos, incluso con caliza activa o algo de salinidad, pero agradece enormemente un buen sutrato profundo, aireado y rico en materia orgánica. Antes de su plantación es importante acondicionar toda el área que ocuparán sus raíces —entre dos y cuatro metros de diámetro y 50 cm de profundidad por planta—, es decir, no solo el hoyo de plantación. Si no se escatima en la plantación, el granado resulta una planta poco exigente.
Aunque resiste perfectamente la sequía, el riego es necesario para un desarrollo más sano y evitar pérdidas de flor o de fruto. En cultivo suele adaptarse al riego deficitario: los árboles adultos reciben normalmente entre 1.000 y 1.200 litros por metro cuadrado, incluyendo las lluvias. Es importante evitar los encharcamientos, a los que son muy sensibles, especialmente en suelos con cal o salinidad. Asimismo, los cambios bruscos en humedad favorecen el rajado de los frutos.
Para nutrirlo basta aportarle abono orgánico —mantillo, humus, compost— a la salida del invierno, en la cantidad que recomiende el fabricante. No le convienen los abonos con un alto porcentaje de nitrógeno.
Cuándo y cómo podarlo
Una poda cada tres o cuatro años al final del invierno para eliminar las ramas cruzadas, débiles y muertas favorecerá un desarrollo más sano y una floración más prolífica. Se recomienda no reducir la masa más de un cuarto o un tercio, ya que el exceso de poda debilita al granado y desemboca en un crecimiento desordenado que requerirá nuevas actuaciones, lo cual es preferible evitar.
Una vez que ha pasado el periodo de floración interesa darle un repaso de chupones en la copa y en la base, sobre todo en ejemplares injertados o con forma de arbolito. Eliminarlos tiene como objetivo redirigir la vitalidad del ejemplar hacia las estructuras floríferas.
La única plaga que suelen sufrir los granados en el jardín son las colonias de pulgones, que se forman en el extremo de los brotes más vigorosos. Se pueden controlar fácilmente con un manguerazo con cierta presión, un pinzado de las puntas más perjudicadas y un poco de paciencia para dejar hacer a la fauna auxiliar (se atrae con plantas refugio y melíferas).
El granado de producción lleva varios años en expansión por los múltiples beneficios de la granada. Se ha introducido una amplia diversidad de cultivares, con diferentes requerimientos y tolerancias de cultivo, así como de sabores —dulces, agridulces, ácidos— y colores de los frutos; incluso se han obtenido sin pepitas. España es un gran productor, principalmente de dos cultivares: ‘Mollar de Elche’ y ‘Mollar de Valencia’, de frutos grandes, dulces y con pepitas pequeñas y blandas, ideales para su consumo en fresco.
Del rojo anaranjado al blanco crema
Los granados ornamentales destacan por sus flores, que recuerdan claveles reventones con un grueso y decorativo cáliz. El color clásico es el rojo anaranjado, pero también las hay variegadas y de una tonalidad blanco crema. No suelen dar frutos o resultan demasiado ácidos para comerlos. Los principales cultivares son:
• ‘Flore Pleno’ o ‘Pleniflora’: se distingue por sus grandes flores dobles de un brillante color rojo anaranjado. Soporta hasta -9°.
• ‘Legrelleae’ o ‘Madame Legrelle’ (en las fotos de abajo): produce grandes flores rosadas dobles estriadas o ribetedas en blanco, de aspecto asalmonado y texturizado. Es capaz de soportar hasta -14° y resiste bien la sequedad y el aire marino. No produce frutos.
• ‘Albo Plena’ (en las fotos de abajo): da flores grandes de color blanco crema o amarillo pálido. Es menos vigoroso y no fructifica.
¿POR QUÉ ALGUNOS NO FLORECEN?
El principal interés de los granados ornamentales es su vibrante floración. Sin embargo, con relativa frecuencia no florecen o lo hacen escasamente. Para evitar este problema es preciso tener en cuenta varios factores:
• Debe estar a pleno sol: la iluminación es clave para la floración.
• El granado florece en los ramos del año, por lo tanto ha de estar bien abonado (pero con poco nitrógeno) y regado (sin encharcarlo).
• Una copa demasiado densa ralentiza el crecimiento de los ramos y los hace cortos y poco vigorosos. Con una poda que la aclare un poco se conseguirá que entre el aire y la luz y se equilibre la proporción parte aérea-radicular, lo que estimulará el desarrollo vegetativo.
Más información:
• Ficha: Granado, Punica granatum