La eterna juventud de los ginkgos milenarios
Hace unos años las redes sociales viralizaban las imágenes del ginkgo del templo budista Gu Guanyin, en China, en la plenitud de su dorado otoño a sus ¡1.400 años de vida! No obstante, su longevidad e innegable belleza no convierten a este árbol en una excepción: existen muchos ginkgos milenarios. Su privilegiada genética no está hecha para envejecer.
A la izquierda, uno de los dos ginkgos de 1.300 años del templo Hongluo de PekĂn, plantados durante la dinastĂa Tang. A la derecha, un ginkgo con su alfombra de hojas doradas en noviembre. Fotos: iStock; Jon DeloreyEl ginkgo milenario más famoso es sin duda el del templo budista Gu Guanyin, a 30 kilómetros de Xi’an, la ciudad del célebre ejército de terracota, capital de la provincia de Shaanxi, en el noreste de China. Se supone que fue plantado por uno de los dos primeros emperadores de la dinastía Tang hace 1.400 años. Sin embargo, solo cien años más jóvenes son los ejemplares del templo Hongluo, situado en el espectacular paisaje de colinas cubiertas de caducifolias del distrito Huairou de Pekín (en la foto de arriba a la izquierda).
Tampoco faltan ejemplares largamente longevos en templos budistas de Japón y Corea. Fue precisamente en un templo de Nagasaki donde el naturalista alemán Engelbert Kaempfer descubrió en 1691 para Europa el primer ejemplar vivo de esta reliquia vegetal cuyos ancestros se remontan 250 millones de años. Un fósil viviente en una época en la que se creía que todas las especies de este árbol estaban extintas, al que describió y llamó Ginkgo.
‘Millennials’ por defecto
Aunque acumulen muchos siglos de vida, los ginkgos no parecen envejecer. La cantidad de hojas y su capacidad fotosintética y el ratio germinativo de las semillas de los ejemplares centenarios son similares a los de los jóvenes, revela un artículo publicado en 2019 en Proceedings of the National Academy of Sciences. Incluso el cambium vascular —el tejido principal de crecimiento de los árboles, que se halla entre la corteza y la madera— de los más viejos no muestra evidencias de senescencia. Además, se mantiene activa la amplia expresión de genes que codifican las respuestas a las agresiones externas mediante la producción de antioxidantes y antimicrobianos. ¡Inmortales si nadie lo impide!
A prueba de bomba
La resiliencia de los ginkgos demostró incluso que podía con la devastación atómica cuando a pesar de las quemaduras y los graves efectos del viento nuclear y la radiactividad sufridos el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, los seis que crecían apenas a poco más de uno o dos kilómetros del epicentro fueron capaces de rebrotar la siguiente primavera. En el tronco de muchos de ellos son aún visibles las cicatrices. El más famoso es el del templo de Housenbou, venerado hoy como símbolo de esperanza y renacimiento.