Descripción
Esta curiosa planta crasa originaria del desierto de Namibia y la provincia del Cabo, en Suráfrica, pasa verdaderamente desapercibida entre los cantos rodados, excepto cuando emite su delicada flor (flowering stones, piedras que florecen, se llaman en inglés). Su nombre botánico deriva del griego lithos, piedra. Según la especie, subespecie o variedad, los ejemplares crecen aisladamente o en grupos. Resulta muy curiosa para los niños y es muy económica.
Hojas
Cada individuo está compuesto por dos gruesas hojas que forman una especie de cono de 0,5 a 3 centímetros de altura, plano o cóncavo por arriba; están separadas por una hendidura de la que surgen las flores y las hojas nuevas. Presentan ventanas, zonas traslúcidas en la parte superior, que favorecen el paso de la luz para la fotosíntesis. El color varía según la especie: verdoso, oliváceo, rojizo o gris; liso, o con manchas, punteados o dibujos que recuerdan muchas veces un corte cerebral.
Flores
Las flores, en forma de grandes margaritas que llegan a ocultar a la propia planta, aparecen en otoño o a comienzos del invierno. Son blancas o amarillas, según la especie (en la foto, Lithops schwantesii var. ‘Marthae’), se abren por las tardes y emanan un suave perfume.
Cultivo y cuidados
En el exterior, el cactus piedra no sobrevive al frío y la lluvia. En el interior exige una elevada iluminación y un ambiente seco y cálido, pero fresco por la noche. Necesita una maceta un poco grande y sustrato volcánico o para cactáceas; vale la pena rodearlo de piedras para destacar su mimetismo. A partir de la floración y durante el otoño-invierno no debe recibir nada de agua. Desde febrero se lo puede regar (poquito) para que emita hojas nuevas; las antiguas irán menguando, ya que alimentan a las nuevas hasta secarse y morir. Si el cactus está blando necesita agua, si está duro no se debe regar. Crece muy lentamente.
Foto: Andrew Nicolle